sábado, 26 de octubre de 2013

Está dulce La Salada


El payador y el compadre Federico se hicieron una escapada a la flamante feria de Santa Rosa, en el este de Mendoza.




Tanto leer en los diarios
y verla siempre en la tele
se me puso la idea fija
de conocer La Salada,
ansí que junté unos pesos
y organicé una escapada.

El alazán no me quiso
seguir en esta patriada,
me miró como diciendo
«tas más loco que una cabra».

Me vi obligao nomás
a agarrar el Rastrojero
y rumbiar pa Santa Rosa
y como es largo el tirón
me busqué un acompañante,
naides mejor que Lorite
ques güeno cebando mate
y mejor conversador,
se prendió al toque el compadre.

Allá juimos meta charla
por la siete derechito
la mañana estaba fresca
y nosotros calentitos.

No es que ande falto e ropa,
tenga la rastra gastada
la montura sin su brillo
o la bombacha pelada,
es que soy criollo moderno
y consumir me hace falta
me invento necesidaes
y ansí me gasto la plata.
La economía se mueve
gracias a gente como uno
que no la anda pichuleando
como sé que hacen algunos.

Santa Rosa, allá vamos,
grité y le pusimos dísel
al Rastrojo, que me suele
llevar para donde quiero,
no como ese pingo fiero
que camina cuando quiere
y cuando no, el muy juna,
se hace el que mira la luna.

No más llegar y pagar
diez mangos la playa e tierra,
doscientos autos había
tomando el sol sabatino
tanto cristiano reunido
no parece desatino.

Mucha gente en todos laos
se ve comprando y vendiendo
y algunas obras menores
de lo que será el futuro
deste lugar popular,
la falta de infraestrutura
ya se está haciendo notar.

Ofertas de todo tipo
es cierto que allí se hallan
y gente ques como uno,
pobre, es decir, honrada,
compra de todo un poquito
y se güelve relajada.

Adidas, Naik, Tomi, Puma,
todas marcas importadas
podés comprar por dos mangos
y si sos medio careta
dispués mandarte a la Arístides
como si jueras del Dalvian.
Treinta pesos la docena
de medias, dos por cincuenta,
es un fenómeno ver
que hay ofertas sobre ofertas.

Ropa interior pa los niños
ropa esterior pa los grandes…
encontramos áhi nomás
trapitos de nuestro gusto,
con pocos pesos llenamos
la caja del Rastrojero,
el pobre es feliz con poco
y al lujo le tiene miedo.

Hasta el pasto está barato
en La Salada y no miento,
por treinta y cinco pesitos
llevamo un fardo pal pingo.
No se puede terminar
esta copla sin decir
quel patio de las comidas
es una cosa de locos,
chori y birra a treinta pesos
en un ambiente muy criollo.

Pa quel trago no se enfriara
le compramos a un porteño,
que gritaba como un nene,
un termo para el porrón,
novedá de novedaes
y artículo esencial
pal verano que se viene.

Se fue cayendo la tarde
y nos pegamos la güelta
no sin antes saludar
a la Virgen protetora
del vendedor trashumante.
«Volveremos, volveremos»
gritamos por la ventana
de nuestro noble carruaje.

Está dulce La Salada,
ya lo saben, compañeros,
estos gauchos consumistas
dan testimonio sincero.



Octubre de 2013





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