martes, 26 de diciembre de 2017

La costumbre del ruido ha derrotado al paisaje

El payador fue a caminar al Parque San Martín de la Ciudad de Mendoza y en lugar de paz y tranquilidad encontró música aturdidora. Y recomienda escuchar la maravillosa obra de Mario Matar.


                        A Mario Matar, con admiración y gratitud.



Andaba yo distraído
caminando por el parque
San Martín de la Ciudá
de Mendoza, ques más grande
(lo acabo de comprobar)
que el grandioso Centralparc.

Iba yo mirando el cielo,
las flores, los pajaritos,
los trotadores salubres,
las madres con cochecitos,
ciclistas, patinadores,
parejas de enamorados
tirados y entreverados…
todo el mundo se va al parque
a descansar la cabeza
respirar aire más puro
entre árboles y plantas.
A veces hasta una acequia
su murmullo nos regala
y el silencio es una fiesta.

Pero todo lo que es bueno
se termina de repente:
ya cerca del Rosedal,
como a las seis de la tarde
de un sábado de diciembre
el silencio del gran parque
se transformó en batifondo
gracias a gente ruidosa
que dicta clases de salsa,
zumba, aeróbic, lo que sea
para cuidar la salud
a costa del caminante
que solo quiere silencio
y no tener que escuchar
una música bailable
pegajosa, innecesaria,
que rompe la gran riqueza
que da la naturaleza:
nada más y nada menos
que paz y tranquilidad.

Qué sentido tiene, digo,
poner música en el parque
para que bailen doscientos
y nos arruinen a miles
poder caminar tranquilos,
escuchando cómo el viento
acaricia la arboleda,
crea olas en el lago
y alivia con su frescura
el cansancio del asceta…

Respondo, porque es muy fácil:
no tiene ningún sentido,
pero hace años que se hace
y la costumbre del ruido
ha derrotado al paisaje.

Gusta la gente alienarse,
aturdirse, atosigarse
de sonidos y de furia,
de gimnasia con parlantes.
Y los demás, que son muchos,
que quieren solo escuchar
cómo el silencio les habla,
se la tienen que aguantar,
o simplemente se van
a otro lugar, otro parque
donde no haya tanto ruido
y se respete el espíritu
del callado caminante.

Para el final un consejo:
si usted se quiere escuchar
una música tremenda
que lo atosigue de paz
y lo inunde de belleza,
haga clic en este enlace,
y escuche cómo un gran músico
puede hacer algo mejor
que simplemente romper
el silencio por deporte
o por ganas de sudar:
https://www.youtube.com/watch?v=Q2CP58pqIZU


Diciembre de 2017.






viernes, 8 de diciembre de 2017

La vigilia de los colores


Con motivo de la presentación del libro Los colores de la vigilia, de Christian Kupchik, el payador se las da de literato y regala una crónica en sus tradicionales octosílabos desaliñados.


Va un saludo emocionao
pa don Cristián y don Mario
gauchos bravos si los hay...
... sin querer pero queriendo
me los topé en Güenosaire.

Andaba yo medio loco
entre bondis y entres subtes
en la ciudá de la furia:
el que no corre es botón
eso se aprende en la calle.

No me olvido, ña Gabriela,
de su presencia notable,
esta estrofa es para usté
y para el criollo Mileo,
poeta que porta facón
por si se arma el entrevero.

Aparecieron también 
en el medio e la Falena
(Charlone doscientos uno)
unos cuantos cagatintas,
se notaba que venían
olfatiando la poesía.

Don Jorge y dos o tres Juanes,
doña Cande y don Horacio,
don Pedro y otros fulanos,
y fulanas, por supuesto...
doña Andrea y misia Chiara
hicieron que aquella noche
naides quisiera olvidarla.

La ocasión se hizo propicia
y nos metimos de lleno
a hablar y a decir poemas
que nos regaló ese libro
notable que don Cristián
se escribió como diciendo
"acá tienen, compañeros,
en esto anduve ocupao
y ahora sale a la luz
producto de mis desvelos".

Un aplauso se merece
la buenosaires poetry,
me pongo entonces de pie
por semejante edición,
no cualquiera da papel
a la poesía en estos tiempos.

Corrió vino entre los códices
que adornaban las paredes
del recinto cultural
coqueto y de alto diseño
y las palabras brotaban
como agua de manantial.

Un micrófono de paro
quiso nublarnos la noche:
se había gastao las pilas
dándoles voz a otros vates,
pero dispués se portó
a la altura del debate.

Todos felices y calmos
nos cruzamos a Las Damas,
fonda fina si las hay
en la noble Chacarita,
que a veces, por unas cuadras,
se las da de colegial.

"Estela Artuá", por favor,
declamaban los sedientos
cagatintas de la noche
al mesero que esquivaba
mesas, sillas y lamentos.

"Tortilla e papa pa todos",
gritó uno como diciendo
no nos gastemos la vida
compartamos alimentos...

La noche se puso fresca
entre conversa y conversa,
se respiraba alegría
en esa mesa de encuentros,
y aunque el cansancio ganaba
la tropa no se entregó,
por eso siguió bebiendo.

Pero todo se termina,
como dice la canción,
y es sabia la afirmación
si lo pensamos un poco.
No se puede ser feliz
todo el tiempo en esta vida
pero gracias a Poesía,
a la amistá y a las musas
nos fuimos todos al sobre
cada uno con su excusa.

Ya me despido, no quiero
emocionarme de más,
sepan comprender algunos
que a veces es oportuno
hacer mutis y no hablar.

"Gracias por toda la onda,
loco, qué noche soñada",
lanzó alguno en la estampida
mientras la luna cuidaba
que triunfara la poesía.

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Nota: El libro Los colores de la vigilia (buenosaires poetry, Buenos Aires, 2017) fue presentado anoche por el autor junto con Gabriela Franco, Mario Ortiz y Juan López.

Buenos Aires, 8 de diciembre de 2017.